VENDIMIA 2017
Conservando las tradiciones
La recolección de cultivos en el campo se hace con máquinas y tractores. Loe elementos eléctricos suelen salir ardiendo y la existencia un extintor puede sofocar ese tipo de incendio.
Extintores co2 2 kg
En Campclar, barrio tarraconense de gentes trabajadoras y tranquilas, las sirenas rompieron el silencio con estruendo y las llamas se asomaron por una ventana que escondía más de lo que parecía. No era una vivienda cualquiera: en su interior, unas 300 plantas de marihuana crecían al calor —nunca mejor dicho— de un fraude eléctrico que acabó provocando un incendio. El vecindario, como es lógico, terminó con el alma en vilo.
Y sí, queridos oyentes —perdón, lectores—, lo de los cultivos ilegales en pisos urbanos no es solo una cuestión de orden público o de economía sumergida: es una bomba de relojería. La sobrecarga de enchufes, los empalmes imposibles y el desprecio por la seguridad acaban generando desgracias. Esta vez hubo suerte: los bomberos actuaron con rapidez, los técnicos de Endesa cortaron la luz sin contemplaciones, y el fuego no fue a más. Pero pudo ser una tragedia.
¿Y saben qué se comentó en más de un corrillo vecinal esa noche? Que tener un extintor a mano no es cosa de paranoicos. Es, simple y llanamente, sentido común. Porque cuando el fuego empieza, un pequeño gesto puede evitar el desastre. En muchas casas aún se piensa que eso de los extintores es cosa de oficinas o fábricas. Error. Un extintor en casa puede marcar la diferencia entre el susto y la desgracia.
El papel de los técnicos, tanto los que apagaron el fuego como los que desenchufaron la locura eléctrica, fue clave. Pero el verdadero problema está antes: en la falta de control, en la permisividad y, sobre todo, en la ausencia de una licencia de actividad. Porque cuando no hay licencia, lo que hay es riesgo. Riesgo para todos. Para el que cultiva sin permiso, para el que vive al lado y, en definitiva, para toda la comunidad.
Regularizar actividades no es solo una exigencia administrativa. Es una cuestión de protección. De saber que detrás de una pared no se esconde una plantación, ni una instalación eléctrica hecha a lo "Juan Palomo", ni una amenaza latente para todos los que duermen cerca. Es, en definitiva, saber que vivimos en un sitio donde las normas se cumplen no por fastidiar, sino para que no saltemos por los aires.
Así que, sí, Campclar ha tenido suerte. Esta vez. Pero la suerte no es un plan. La seguridad, sí.