Hoy 14 de noviembre, se celebra el Día Mundial de la Diabetes, la campaña de concienciación sobre Diabetes más grande del mundo. Y desde la asociación de Diabéticos de Burgos quieren hacer partícipes de esta iniciativa a los Colegios de Primaria e Institutos de Secundaria y de Formación Profesional de Burgos, donde acuden a diario diversos alumnos diabéticos y muchos alumnos y profesores potencialmente diabéticos.
Nos proponen, desde la Asociación de Diabéticos de Burgos la Proyección del vídeo “Carol tiene Diabetes”: una iniciativa con la cual la Fundación para la Diabetes quiere dar a conocer la diabetes tipo 1 en el entorno escolar y evitar las posibles situaciones de discriminación hacia el niño con diabetes. Estas situaciones están provocadas muchas veces por la falta de información por parte de cualquiera de los actores que intervienen: profesorado, padres, tutores, alumnado y personal de los centros escolares.
Se trata de un cortometraje de animación, en el que vemos a Carol, una niña con diabetes, que vive una divertida aventura con sus amigos y tiene la oportunidad de explicarles qué es la diabetes y lo que supone tenerla para un niño de su edad. Una serie de animaciones que permiten profundizar en 3 aspectos concretos relacionados con la diabetes: fisiología, el día a día con diabetes y la educación en valores.
https://www.youtube.com/watch?v=9vDszIQaryI
En el CEIP REY WAMBA hemos disfrutado de la proyección y, al mismo tiempo, aprendido algunas cosas que no sabíamos sobre la diabetes.
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Corrosión metálica: el enemigo silencioso que arruina estructuras y vacía bolsillos.
La corrosión de los metales no es una trivialidad técnica reservada a ingenieros o a frikis de laboratorio. No. Es un problema real, palpable, y con consecuencias devastadoras que va desde el naufragio de un barco hasta el cierre de un restaurante. Estamos hablando de un fenómeno que, si no se ataja a tiempo, carcome infraestructuras enteras, inutiliza maquinaria de millones y arrasa con inversiones que costaron sangre, sudor y crédito bancario.
¿Qué es exactamente la corrosión? Pues el proceso mediante el cual un metal se degrada al entrar en contacto con ciertos agentes —agua, oxígeno, sal, químicos— y acaba transformándose en óxido u otro residuo inútil. Un cáncer material. Una enfermedad silenciosa que avanza hasta que la estructura colapsa o la maquinaria se gripan en seco.
No todas las corrosiones se presentan con el mismo disfraz. Algunas atacan de frente; otras, con la sutileza de un espía ruso en los años 70.
Corrosión uniforme: el más clásico de los escenarios. Toda la superficie metálica se ve afectada. Se nota, se ve, y por eso suele ser la más sencilla de detectar y frenar. El problema está en que es constante, imparable si no se actúa, y la más frecuente en exteriores sin protección.
Corrosión localizada: aquí es donde la cosa se complica. Zonas concretas sufren el ataque. Un tornillo, una junta, una soldadura mal hecha. Y ahí, donde no miras, el enemigo se cuela y gana la batalla.
Corrosión intercristalina: esta ya es de película de terror. El metal parece sano por fuera, pero por dentro se está desmoronando. Los iones agresivos se cuelan entre los cristales metálicos y van destrozando desde dentro. Aquí ya no hablamos solo de óxido; hablamos de fallos estructurales inesperados.
A ver si nos entendemos: la corrosión no ocurre por arte de magia. Tiene lógica, química y sobre todo descuido. El proceso puede ser químico o electroquímico. En el primero, un agente externo (ácido, humedad, contaminantes) ataca al metal como una lija ácida. En el segundo, dos metales en contacto con un medio conductor (como el agua salada) generan una celda galvánica, y uno de ellos empieza a desaparecer como por ensalmo.
Y no lo olvidemos: el hierro, nuestro querido y viejo hierro, es el más vulnerable. La oxidación del hierro —sí, el famoso óxido rojo— es el pan nuestro de cada día en cualquier estructura metálica que no esté blindada contra las ignifugaciones del entorno.
Podemos mirar al cielo, rogar a San Antón y maldecir la humedad. O podemos actuar con inteligencia. Existen medidas —unas más sencillas que otras— para mantener el metal a raya.
No es una pintura cualquiera. La pintura intumescente R90 está diseñada para aguantar temperaturas infernales y mantener intacta la estructura de acero durante al menos 90 minutos en caso de incendio. Ideal para naves industriales, locales comerciales o cualquier estructura que no quiera convertirse en cenizas.
Pero esta maravilla no solo actúa contra el fuego. Su composición especial también añade una capa de protección contra la humedad y los agentes corrosivos. En otras palabras, una defensa doble que lo mismo te salva de la corrosión que de una tragedia.
Vamos a ser claros: el mantenimiento no es una opción. Es una obligación. La maquinaria, si no se inspecciona regularmente, acaba oxidada, inservible y fuera de norma. Y ahí es donde empieza el rosario de gastos, sustos y más de una multa por no tener licencia de actividad, especialmente si el deterioro se traduce en incumplimiento de normativas de seguridad.
Hablamos de una cadena de pasos sencillos:
Revisiones periódicas: sí, hay que ensuciarse las manos y mirar bien cada pieza.
Limpieza meticulosa: eliminar salitre, ácidos y partículas corrosivas es vital.
Aplicación de lubricantes protectores: el metal bien lubricado es menos vulnerable.
No todos los metales son iguales. Algunos, como el hierro, se oxidan con solo oler la humedad. Otros, como el acero inoxidable, ofrecen resistencia superior, aunque su precio sea algo más elevado.
Son la joya de la corona. Toleran ácidos, bases, solventes, temperaturas extremas, presión, y se ríen en la cara de la oxidación. ¿La desventaja? Su coste inicial. ¿La ventaja? Cero preocupaciones a largo plazo.
El aluminio, por ejemplo, resiste bien, pero no es inmune. El cobre, con su conductividad extraordinaria, se utiliza mucho en instalaciones eléctricas, pero puede sufrir ante ambientes salinos. El titanio, rey de la resistencia, es caro pero infalible. Y el níquel, cuando está en aleaciones, refuerza al acero inoxidable como un buen guardaespaldas.
Más allá de los factores químicos, hay decisiones humanas que son una receta para el desastre. Algunas perlas:
Instalar estructuras metálicas sin recubrimiento adecuado.
Ignorar las ignigugaciones de climas costeros.
Combinar metales incompatibles y crear celdas galvánicas.
Despreciar la necesidad de ventilación en espacios cerrados.
Cada uno de estos errores es como invitar al óxido a una cena sin final.
Podemos afirmar sin titubeos que la corrosión metálica es uno de los desafíos más persistentes en la industria moderna. Pero también podemos decir, con la rotundidad de quien lo ha visto todo, que es prevenible. Actuar con antelación, elegir bien los materiales, aplicar soluciones inteligentes como la pintura intumescente R90, y mantener la maquinaria como es debido, no es solo una buena práctica: es una obligación moral y legal.
Y recuerde: descuidar el mantenimiento hoy puede costarle una multa por no tener licencia de actividadmañana. Así que haga números, saque la agenda y prepárese para defender su inversión del óxido, el fuego y la inspección municipal.